martes, 17 de marzo de 2009

memorias ajenas

Se salió de la primaria para ayudar en la casa porque su madre no podía lidiar sola con los gastos desde que su padre los abandonó y su padrastro fue asesinado.

No se puede decir que se conformó con esto, a su edad las cosas eran más sencillas. Él simplemente obedecía y trataba de hacer su mejor esfuerzo. Incluso, de vez en cuando se permitía un lujo, como comprar pan dulce para llevarlo a la casa a su mamá y sus hermanos.

En una ocasión se le ocurrió que, de su trabajo como repartidor de periódicos, ahorraría para el regalo del día de las madres: un delicioso pastel personalizado hecho en la panadería con mejor fama del rumbo.

Tardó medio año en juntar el dinero y otras semanas más en que llegará el día de las madres. Mientras tanto hizo el pedido, con la satisfacción adelantada que le daba imaginar la cara de felicidad de su oh, abnegada madre.

Llegó el día por el que paciente había esperado y salió del negocio con su pastel en las manos. Inmediatamente fuera de la pastelería lo esperaba un compañerito del trabajo, Julio, cuya historia era mucho menos trágica que la de nuestro protagonista en turno.
Así, por mero impulso, por acción hecha con premeditación, alevosía y ventaja, porque se eqivocó de víctima, porque se tropezó, por iluminación divina, por lo que el lector desee, pero este muchachito fue a desencadenar la irremediable desgracia del tan deseado pastelito destrozado en la acera.

Manuelito miró al suelo, en sus nueve años de vida jamás había sentido tanto coraje: podía llorar, pero no sería suficiente. En segundos, consideró que sería necesaria la intervención de la fuerza física para liberarse de tan enorme frustración, al fin y al cabo, su madre siempre decía que no era bueno quedarse con los malos sentimientos dentro.

En el siguiente cuadro de la escena, vemos a Julio tirado en el suelo, mientras Manuelito observa lo que queda de todo aquello: el olor del merengue se mezcla con la húmedad de las lágrimas de su ahora enemigo y, sobretodo, el anhelo recién descubierto de golpear a la vida antes de que ella lo haga lo invade por completo.

La historia se desintegra en eslabones que finalmente llevaran a Manuel a convertirse en boxeador profesional. Claro que Manuel ni siquiera recuerda este episodio de su infancia, aquél que simbró en él el deseo que lo trajo hasta aquí.

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