martes, 24 de febrero de 2009

La gloria eres tú

Tengo unas ganas locas de contar tantas historias, de escribir y decir tantas cosas que casi no puedo canalizarlo.

En fin, empezaré por contarles lo que me pasaba hace unos 5 años aproximadamente, cuando era una preparatoriana sin experiencia en la vida y apenas empezaba a darme cuenta de que existía el verdadero bien y el mal en los mismísimos pasillos de mi mismísima escuela.

Yo era como una mariposa revoloteando siempre en horas libres, con una sonrisa en la cara y mucho qué presumir a la vida. Era también una tonta.

Por aquellos días confiaba en cualquier especimen que se me acercara, pero todo empezo a cobrar sentido cuando conocí a este individuo (o más bien él me conoció a mí). De su nombre no me acuerdo, recuerdo más bien que al principio le tiraba bien macizo la onda a mi súper amiga Abril y que cuando ella lo bateo de la forma más sútil - como hacíamos en aquéllos tiempos de simpleza - miró un poco a su derecha y encontró ahí a su nueva víctima: yo.

Yo, quien por cierto, le sonreí sin discriminación alguna. Llegado el momento (tres días después) tomó confianza necesaria para invitarme a salir, a lo que yo respondí batéandolo sútilmente, como solíamos hacerlo en esos días de simpleza. Pero él no se conformó con mi bateación. Fue al grupo de al lado, donde él tomaba clase y todos me conocían y dijo que yo andaba con él. Cuando me dí cuenta, en seguida le pedí a uno de mis fanáticos (pasivamente) empedernidos y que me gustaba por cierto, que le reclamara por haber hecho tan blasfema declaración.

Entonces va este chico guapo (no), le reclama y el otro niega con rotundo descaro las cosas. Entonces, como hacíamos en esos tiempos, olvide todo de la manera más sencilla y rápida. Y seguí revoloteando ignorantemente.

Algunas semanas después desperté un poco de mi inocencia y vi la más asquerosa y repugnante realidad. Alguien me contó que mi stalker (otrora stalker de Abril) bateaba para ambos bandos. Intenté ignorar, pero el individuo seguía topándose* conmigo cada vez más casualmente, hasta que un día me encontraba yo solita sentada en una mesa de cafetería, observando bobamente a mi fanático empedernido que me gustaba y en eso llega mi stalker bisexual gordo por sorpresa y me dice "te gusta, vdd?" y yo más inocente que nunca niego los hechos, a lo que él responde "he visto como lo miras". Oh por Dios, se me descompuso la expresión y no supe qué decir, en seguida huí argumentando que tenía clase (a la hr de salida).

Corrí lo más rápido que pude, claro que estoy exagerando, estaba tan asustada que casi me hago pipi en mis jeans de mariposita revoloteante. Después recordé que el vato me pegaba stickers en mi ropa y mi locker que tenían escritos pedazos de canciones de LuisMiguel y que yo tomaba como algo sin importancia.

Oh, asco, decidí borrarlo de mi disco duro de por vida. A todo eso, hay una excepción, y esa es cuando escucho una línea de una de las tantas rolas de mi ídolo romántico, Luis Miguel. Y algunas veces pienso cómo me agradan los hombres a los que les gusta su música. Pienso entonces tres veces antes de volverlo a decir.

No. Ya bien lo dijo Ayax y lo recalco yo, hay cosas que no se olvidan nunca.